¿Cuándo es momento de cambiar tu uniforme médico?

¿Cuándo es momento de cambiar tu uniforme médico?

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Tu uniforme médico trabaja tan duro como tú. Lo usás todos los días, lo lavás sin descanso, lo exponés a desinfectantes fuertes... y un día empieza a mostrar señales de que ya dio todo lo que podía. No hace falta una lista rígida — solo prestá atención a los detalles.

Si el color ya no es lo que era, si se ve apagado, grisáceo o con manchas que no salen ni con magia, es señal de que los químicos ya hicieron lo suyo. La tela se cansa, pierde el brillo y la frescura, aunque la hayas cuidado bien.

Otro clásico: la tela se vuelve más delgada, casi transparente en algunas zonas, los bolsillos se deforman, las costuras se abren o aparecen hilitos por todos lados. Y si el pantalón ya no se ajusta o el cuello quedó flojo, es probable que los elásticos también hayan perdido la batalla.

¿Sentís que algo ya no te resulta cómodo como antes? Que la tela pica, aprieta, o no respira como solía hacerlo. A veces no es la forma, sino la sensación: algo ya no está bien, y lo sabés.

También hay un tema que va más allá del confort: la imagen profesional. Un uniforme gastado, aunque esté limpio, transmite descuido. Y tanto pacientes como colegas notan esas cosas. Un conjunto prolijo y en buen estado genera confianza y respeto.

¿Cuánto dura realmente un uniforme? Depende. Si trabajás todos los días y lo lavás 5 a 7 veces por semana, probablemente necesites renovarlo cada 6 a 9 meses. Con un uso más moderado, te puede durar hasta un año o más. Y si lo usás solo de vez en cuando, incluso hasta 18 meses. Pero siempre es mejor dejarlo ir antes de que empiece a molestar o a fallarte.

¿Querés que tu uniforme viva más tiempo? Tené varios, rotalos, evitá la secadora, seguí las instrucciones de lavado y no esperes a que se rompa para arreglarlo. Un pequeño refuerzo a tiempo puede hacer una gran diferencia.

Al final del día, tu uniforme es parte de tu herramienta de trabajo. Te cuida, te representa y te acompaña en cada jornada. Y cuando llega el momento, cambiarlo no es un gasto: es una inversión en comodidad, higiene y confianza.

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